Se humillo para abrazar la santidad de la miseria,
Luego quiso conquistar armado de furia y soberbia.
Conocio el manjar del poderoso y el pan del mendigo,
Bajo el sol de la esperanza ya a la sombra de la histeria.
Acepto el fervor adicto de quienes lo idolatraron,
Y a la vez, y en igual medida, empezo a ser odiado.
Se entrego al frenesi de quienes dan forma al vacio,
Luego alzo su voz furiosa contra todo lo reglado.
Quiso guiar, quiso sanar,
Pero su mano fue torpe y debil.
Quiso juzgar, quisa arrasar,
Pero su mente fue gris y esteril.
Casi al ocaso de su peregrinacion
Se descubrio cercado por su necedad,
Aun asi le atribuyó a la adversidad
Cada fracaso y cada justa privacion.
Y naufragando en su altivez y frustracion
Su muerte anticipo por propia voluntad. |